He visto el fuego
y escuchado su fragor descontrolado.
He visto el ímpetu del viento y la humareda
y el rojo resplandor del miedo.
Impotente ante el avance inevitable,
de pie en el peñasco me interpuse
guardando en el vigor de una plegaria
mis esperanzas, mis anhelos y mis sueños.
Escuché entonces voces roncas
de gigantes polvorientos y tiznados
que bajaban exhaustos por el sur
y por el norte oscuro.
Protector el río, cubría sus espaldas
y mis ángeles sus flancos más endebles,
mientras presentaban desigual batalla
al incendio voraz que en la sierra se expandía.
Súbitamente, después se disiparon
con el mismo sigilo que llegaron.
Todo quedó en silencio.
Todo quieto. Todo en el tiempo suspendido.
Como yo, otra vez subido en el peñasco.
De mi libro \"De soles y de escarchas\". 2004Â ISBN 987-9415-17-5