Ahí donde Dios se ha erguido
y se crucifican los impíos sin solsticios,
seré quien te arranque los cilicios
y lameré tus llagas como perro herido.
velaremos madrugadas en tu vientre
con atriles y coronas de begonias,
a la fragua del infierno ardiente
arrastraremos collares de bigornias.
implacable humedad de tu resuello
deshoras que se trepan por tu cuello
olvidadas en un edén cetrino.
Fermentar en tu boca maíz y trigo
Y embriagar mis palmas sin abrigo,
yo, el que te besé, ni uno, ni dos, ni trino.