Nadie me dijo que estarías a mi lado,
ni que habiendo sufrido tanto,
me abrirías las puertas sin ni siquiera pensarlo,
Y fue así como nos conocimos,
en una tarde cualquiera de abril,
en la que de la mano de lo que más querías,
saludaste a un extraño a las puertas de tu jardín.
Y tu corazón me serviste en un plato,
sin poner peros ni reparos,
sin preguntas ni compromisos,
me entregaste todo sin dudarlo.
Así fue pasando la vida,
mientras me dabas más de lo que yo pudiera darte.
Y nunca pude pagar tu bondad, más allá de saludar, a tu lado, a la Virgen del Carmen.
Y hoy te fuiste sin avisar,
justo el día en que apretabas mi mano, cuando ya te costaba despertar.
Y lloré a tu lado como un niño,
vacío por dentro y muerto de frío,
como las playas desiertas en diciembre, cuando la tarde se escapa a lo lejos y ves que no vuelve.
Hoy te recuerdo nerviosa y sonriente, sentada en la puerta rodeada de gente,
tus nietos jugando y cerca, tu hija,
Y tú, como siempre, ofreciéndome todo en cada visita.