Ella estaba parada en el puerto, al horizonte en
silencio miraba, mientras una canción le dedicaba el viento
, y la brisa sus cabellos besaba.
¡Quién hubiera visto el cielo! Que tan azul ese día estaba,
mientras el corazón de ella viajaba,
a lugares inciertos se marchaba.
Yo sé que ella a lo lejos,
perdida en un bosque de eterna mañana,
caminará por entre los lirios, buscando al que su alma ama .
Y cuando haya llegado a donde se pierde el sol en el horizonte,
a la secreta morada, más allá de los mares; en el valle de las rosas blancas.
Una voz le dirá:
—Anda vuélvete por el camino;
no dejaré que el tiempo hoy, se convierta en tu asesino.
Y la enviará con una rosa blanca en la mano, para que recuerde su destino,
y una vez agotados sus días,
entonces, tendrá para siempre; un encuentro divino.
Gabriel Brito