Yo tengo un miedo sombrío,
España, que nada emparcha,
que lo acrecienta la escarcha
y no lo mengua el rocío.
Viene en turbias llamaradas,
el llanto sobre la entraña,
y sobrevuela con saña
barricadas y oleadas.
\"El corazón me congela
una de las dos Españas\";
clavándose en mis entrañas
la otra España se revela.
¡Ay! los gritos que profiere
la sombra deshilachada,
de una densa madrugada…
…Si otra vez aconteciere.
Un nabarrón, lento y sordo,
proyecta su sombra larga;
avanza su cara amarga
con paso trémulo y tordo.
Como a una madre te arrancan
prematuramente el alma
y la armonía y la calma
clamorosamente enmancan.
Seccionada y dividida,
España, se me desgaja
y a mis pies se resquebraja
con mi divisa, dolida.
Me duele en el corazón
cada hermano, en el costado,
y el odio eterno enconado
me duele, con más razón.
Me miro…, una herida abierta,
cavernícola y sangrienta;
a la inclemencia y la afrenta
voy a cerrarle la puerta:
no quiero más contingentes,
-diálogos limpios abras-
que ejércitos de palabras
y batallones ingentes
de horizontes y esperanzas,
de futuro compartido,
de caminar siempre unido
sin rencores ni asechanzas.
Concentraciones de flores
en la calle pevalezcan,
y en los balcones florezcan
bandadas de ruiseñores.
Una paloma de sueños
levanta despacio el vuelo:
mar salada, claro cielo,
espejo de los ensueños.
Llega tendiendo las manos
un claro viento de ojos;
se va poblado de enojos
entre inclementes veranos.
Te miro…, la faz risueña,
España: Tú y la Señera:
que es la sangre la Bandera
y es el corazón, la Enseña.
Deogracias González