Frente a la ventana del hotel, viendo a través
del frío la isla Navarino, ese coletazo obsceno
de Los Andes, supe que estaba frente a un espejo
capaz de penetrar la piel, entonces volví hacia
vos y ahí estabas tan dormida y tan Patricia, en
otro hotel, en otra cama y descubrí que no
estábamos unidos por la superficie, supe porque
nunca fuimos ni vamos de la mano, porque
siempre fuimos e iremos de los huesos.