Yo también fui una azucena;
y en incólume floresta
adornábase la escena
de los pájaros en fiesta,
Y escribía letras blancas
a la luz de las farolas,
al ocaso en las barrancas,
al bramar de caracolas...
Más la estrella de mi verso
no bajó del capitel...
y mi rumbo fue el inverso
que el de todo aquel vergel
Y lo quiso así el destino;
que observando su tronío
¡eché mano del espino,
por cubrir el daño mío!
Con el tiempo quiso el agua
devolverme en su reflejo...
y en lugar de tul de enagua,
piel de púas dió el espejo
Más mi tallo -ya escabroso-
hoy no añora tez de seda;
es el cardo, pernicioso...
y aún así su flor hospeda.