El dolor como el amor
o la tristeza son contagiosos
pero no son intransferibles,
a veces sentimos que nuestros
afectos son correspondidos antes
en un animal que en un semejante,
el dolor no es síntoma de estar vivo y en paz
sino de estar herido y en guerra.
Una guerra entre la mente y
el cuerpo sin aliados, solo el
alivio del sol o el de una palabra
cálida o la contemplación de la
belleza durante la tregua, puede
ayudarte a sobrellevar esta lucha
sin cuartel contra nuestra propia
fragilidad.