Convertirse en el espectador de la vigilia de las horas eternas,
como un tormento de inmortal espera,
o el recorrido de una extensa y ardua vida,
es seguir vigilante el sueño ajeno,
humillarse en vano en ese suspiro profundo y relajante
tratando de encontrar el sueño perdido,
la luna expectante adorna el trasluz de tu vigilia,
sumergido en la justa penumbra,
el sueño al borde de la cama se resiste a entrar,
como si las manos de la conciencia agitaran su descanso
cuando se piensa en los presagios acumulados en el alma,
se oyen los latidos de un corazón lacerado,
la noche pasiva y cómplice guarda los fantasmas
de una frontera de sombras exhaustas.
Romo – Rodrigo Rodríguez - 2017