DICOTOMÌA POR TU RECUERDO
¡Madre!
No sé si es más la alegría o es más grande mi pesar,
al evocar tu grandeza Santísima Madre mía,
caigo en la dicotomía entre el goce y la tristeza.
El efluvio de tu piel
alegre suelo añorar,
el mismo recuerdo fiel
me da ganas de llorar.
Cuanta falta me hace madre, la fragancia de tu piel,
ese aroma tan divino que emana de tu ser y que desde niño me guió hacia ti y me brindó confianza y seguridad.
La academia me enseñó
de despejes y de lógica,
pero tú me trasmitiste,
toda la carga axiológica.
Madre, llenaste mi vida de valores.
Tu siempre transitaste por el camino del amor, la honradez, la probidad, la solidaridad, la responsabilidad,… ¡ese fue tu gran legado!
La ambrosía de los dioses
–siendo muy buenas comidas-
mejores fueron tus recetas
mucha gente lo decía.
No existe persona alguna que, al probar alguna de tus comidas, no la haya alabado:
¡las mejores arepas que he comido en mi vida!
¡tremendo quesillo!
¡que hallacas tan deliciosas!
¡divinos esos callos!
Definitivamente madre, ¡eras la mejor!
Frecuente viene a mi mente
que en el sofá te dormías,
un rato veías la “tele”
y al rato “ella te veía”
Después de las arduas y diarias faenas del hogar, pedías no ser molestada, por un “ratico”, mientras te disponías a ver la novela de las ocho –o de las nueve- la hora no la preciso, y al cabo de unos minutos, el cansancio te vencía y al instante te dormías.
El día que falleciste
nunca lo podré olvidar
tranquila te despediste
y te fuiste a descansar.
Siempre le pedí a Dios que me permitiera estar a tu lado cuando tu llamarada de vida se apagara y,
así fue, estuve contigo el aciago día que emprendiste tu camino al encuentro con el Altísimo, y con
pasmosa calma, recuerdo dijiste: “llegó la hora, moriré”, y así nomás falleciste.
Ser tu hijo fue mi suerte
lo disfrute por demás
mientras la tristeza advierte
que a mi lado ya no estás.
Madre,
¡hace tanto que partiste!
¡hace tanto que te fuiste!
Pero… ¡corrijo!
En verdad, nunca te has ido,
siempre estás en mis recuerdos,
¡que lindo haberte tenido!
Paraparal, una noche entre alegrías y tristezas con tus recuerdos
Tu hijo, Argenis