En calma, la noche declama pura;
la sonata ruge con calma tienta,
libera toda cuerda y herradura.
Posee al aire la bruma hambrienta,
prominencia que capta la dulzura,
diluvio, enjundia antaño sedienta.
Extraña del edicto escondido,
con la pluma en el aire errabunda,
con la acuciante pócima fecunda,
cuando vibra de metales el tañido.
Llamo hendida espiral, entendido
de aquella de la paz profunda,
mas la tempestad en mí abunda,
de un semblante enardecido.