Vendrá el invierno y temblaremos de frío,
el frío nos morderá los huesos;
nos empujarán hacia atrás, hacia la época
de nuestra antigua infancia de guerra, en la que
los dientes chocaban por el frío y las manos
estaban lívidas de sabañones, la marca de la pobreza
que nos obligaba a ahorrar el pan, el fuego,
la ropa de lana, los zapatos.
Seremos pobres otra vez, en el frío.
La humedad de la tierra nos calará los huesos
sin carne, en el frio de la tierra,
de la humilde tierra, apenas cubierta
por una capa de nieve, tan fina
que no abriga y no guarda hasta el verano
el calor para las semillas sembradas en otoño.