el benteveo cantor adopta de pronto una conducta que se hace difícil de explicar. Primero inicia el movimiento de posarse para comer lo que buenamente le ofrecemos, pero de inmediato cambia de actitud y se envuelve con sus alas de modo tal que desaparece sin dejar rastros. El proceso supone tal velocidad que uno queda con las manos al aire, cargadas de migas y en afán solidario, más un leve mareo a causa de la sorpresa o la sospecha. Lo que verdaderamente llama la atención es que, luego de disolverse, por unos segundos sea posible escuchar su particular siseo