No sé nada pero nada nada...
Cuando de niños, escuchábamos hablar a nuestros mayores de la guerra. Un miedo atroz nos perforaba. Pero a los cinco minutos estábamos jugando sin problemas, a hacer la
guerra.
La literatura solía funcionarle bastante bien el meterse en un libro y vivir la vida de sus personajes le ayudo mucho a olvidarse de la propia.
Luego sufrió un trauma. Para colmo una enfermedad que tardarían un par de años en diagnosticar le impedía leer más de dos líneas sin dormirse.
Una cosa le llevo a la otra.
El deseo de poder aliviar un poco del dolor que sentía, fue lo que un día le empujo a escribir.
Y le sirvio de catarsis, consiguió, no olvidar pero sí que al menos, los recuerdos del trauma, dejaran de dominar de alguna manera, gran parte de su vida.
Lo extraño fue, que tras conseguirlo, sintió un vacío enorme y la sensación de que no podía, ni querìa parar de escribir.