¡Qué raro canto se escucha
que se perturba con el progresivo silencio!,
¡Qué parco se va tornando porque se disipan sus notas!;
¡Qué terca nube te absorbe, que entre más gris se vuelve
más claro para ti va siendo!;
¡La sombra se desdibuja en tu luz!,
¡Y qué luz va tomando tu sombra!
¡Qué paz va forjando en ti el dolor!,
¡Y qué dolor va engendrando tu paz!;
que clamas la visita de un Dios
para tú visitarlo a él;
que esperas en el abrigo de un Dios
para desarroparte de tu piel.
Y en el lugar único propio de ti,
que a golpe de martillo y cincel, se esculpe de inexistencia;
lleno de secular vacío, y de avecillas confusas,
después del irreversible vuelo de adiós
acaecerá la espiritual llovizna: recia, y mustia
… hasta secar tu despido.