Fugaz se escapó
de las insolentes
miradas.
Una turista osada
caminaba entre los
puentes de la
hermosa Venecia,
cuando se cerraba la noche
y el vaporeto saldría,
el último hacia el
lugar donde se
hospedaba.
Su curiosidad
era más fuerte
cuando había
intercambiado
miradas, con el
gondolero en
la mañana.
Su remera a
rayas la había visto
a lo largo de todo
el día , se repetía
en la pizzería,
en la plaza, en
el museo, en la
ribera cuando
mojaba sus pies.
Su voz la sedujo
y le había dado
su teléfono por
si quería tomar
un café la
domenica, o visitar
el pueblo donde
estaba su abuelo.
Ella quiso quedarse
con el sabor de sus besos,
robados bajo la
santa rita....
No fue necesario
el telefonino
el vaporetto
partió sin ella.