Tu mirada, tu sinceridad, tu sonrisa, tu voz,
en mi mente las he tenido presentes
desde el día en que nos conocimos.
Para mí ha sido inusitado,
una sensación extrañamente agradable,
que me envuelve, me extasía;
como la más dulce imagen que jamás mi mente haya contemplado.
Nuestro encuentro fue inmediato y contagiante,
hablamos sin cesar, conversamos, nos entendimos.
Qué inútil es tratar de decir lo que sin palabras nos dijimos.
En ti, veo sinceridad, inocencia; pero a la vez,
picardía e intuición: sabia combinación de valores
que sólo en seres como tú de lindos,
en este mundo se da.
Reconozco tu agudeza e inteligencia,
porque aunque sólo 17 tienes,
mi admiración y pensamiento acaparas.
No lo digo como piropo,
sino como sincero reconocimiento.
Tus manos no me recuerdan,
ningunas otras,
tu pelo, tu boca, tu piel, en ningún otro lugar
los he visto: eres única.
Única, para ti, única, para mí.
No en el sentido trivial,
sino en la contemplación más psicológicamente sana,
que cualquier humano pudiese tener.
En mi mente, tu imagen es pura, limpia,
cristalina y nítida,
sin recuerdos o añadiduras,
sin proyecciones o ilusiones.
Conocerte, quererte y amarte,
se han vuelto mis quehaceres,
mis deseos y decisiones.
Sin plan ni programación,
nuestro encuentro se ha llevado;
seña inequívoca de nuestra sustancial similitud.
Hasta el momento no encuentro explicación,
ni quiero encontrarla,
pues, ¿qué caso tiene explicarse una presencia,
si lo que agrada es la presencia misma?
¿qué caso tiene tratar de comprender
porqué congeniamos, si lo que hace
feliz no es el comprenderlo, sino el vivirlo?
Como estrella en mi horizonte has venido a mi vida,
como faro que me ilusiona conocer,
como viento que me acarrea consigo;
así, como algo que necesariamente no he puesto,
como algo que indefectiblemente se me impone,
así, estás en mi vida.
Y quizás esa sea la señal o síntoma,
de que hay algo que indudablemente me excede,
y cuya presencia me rebasa.
¡Oh linda! mi conciencia se revuelca
al sentirte junto.
en ese doble juego de los hombres,
que buscan lo familiar,
y cesan sólo cuando encuentran lo forastero.
Ante ti, no hay memoria que funcione,
ni recuerdos que aparezcan,
pues como tú, en mi vida, sólo has estado tú.