Se acercó a mí lentamente
Sin decir una palabra,
Con su fúnebre aspecto
Y aquella mustia mirada;
Toda vestida de negro,
En su mano la guadaña,
Ese libro descuidado
El reloj y su vieja capa;
Sin emitir un sonido,
Yo sentí en mi corazón
Que la hora había llegado
De decir mi último adiós:
Tierno me recosté en su hombro
Y ofendida se marchó…