Agigantas de amor
mi diminuto cuerpo,
que recibe la paz
de tu distancia.
Escucho palabras,
nacidas de tu ser,
siento tu mirada,
ausente desde ayer.
El grito del silencio,
relincha en mi alma,
el hijo que está lejos,
galopa en mi cama.
Mi sueño despierto!
Sin verte, te veo;
sin estar, estás;
sin hablar, te oigo,
tus motivos, añoro.
De vez en cuando
escucho tu voz;
en el chinchorro,
al atardecer,
susurras,
me estremeces.
Eres tú, hijo,
estás presente,
con amor,
y esplendor,
avivando mi ser,
con tu bendición,
en mi vaivén,
en el corredor.
Estás y te vas.
Aun así,
percibo tus pasos,
cargo tu aroma,
y tu existir avizoro.