Imploras?, no, tú reclamas amor
allá dónde sembraste dolor.
Sofocada por el miedo tu altivez,
traspúesto tu rostro en hirsuta palidez;
vil estrategia de los cobardes.
Ardíd harto rastrero del miserable,
espéras un gesto compasivo
a tu longeva carrera extensivo;
un eximente de toda culpa
sin penitencia ni merma ninguna.
Puedo calibrar el alcance de lo acaecído
en el decaimiento, cuando el escepticismo
se impone a zarpazos de realidad.
¿Prevalecerá tu carisma y mi fidelidad?
Jugaré a que tu hombría me protege,
que me aísla de cuanto me agréde.
Imaginaré que estamos prendidos de la boca
como eternos amantes esposo y esposa.
Dulce, confiadamente refugiada en tu regazo
anudádos con firmes pero invisibles lazos.
No quisiera y quiero quererte
y así vencida, a ti ato mi suerte.
M D A C
Carmen C. L.