Sale mi sueño por la ventana
pero se queda la angustia
metida en mi cama.
Sentir que no queda mucho
que hacer por aquí, que está todo perdido,
que ya no siento nada.
Hablar con el tiempo y decirme que no tiene hora.
Rezar a un cielo soleado y caerme encima el gran diluvio.
Dejarme llevar y, por fin, abandonarme a la tierra soñada.