Mimosa sensitiva:
¡La vida es bella! escasa y constante
Como en el horizonte de la aurora la infinitud del rosicler.
Quién diría que entre ondas naturales
Del ímpetu iracundo de la muerte yo podía renacer.
Solo alumbran las luciérnagas entre el vallado,
la noche intensa, silencio universal, ¡oh ambrosía!
suenan los murmullos de los grillos camuflados
y apenas se mueven al tacto las sensitivas.
El vaho húmedo que del fondo la tierra exhala
se arremolina al compás rítmico y sonoro,
del aletear ágil de una tórtola argentada
que saldrá volando sin rumbo hacia lo ignoto.
¡La vida es bella! escasa y constante
Como en opalino cielo el brillo incandescente del fulgor lunar.
Quién diría que entre ondas naturales
Se iba el mal del siglo y la senda del anhelo se volvía a iluminar.
La bóveda celeste y los robles biselados
conjuntan su hermosura en un acto de consuelo,
celebran con silbidos los pájaros alados
ocultos quedamente entre el pasto y el romero.
Y con su influjo absoluto todo lo penetra,
recorre la penumbra el aire ávido y violento,
y disuena su clamor, estremece la tierra,
libera el aroma de los frutos en el huerto.
¡La vida es bella! escasa y constante
Como nocturnas proyecciones estelares de menguada candidez.
Quién diría que entre ondas naturales
Del ímpetu iracundo de la muerte yo había de renacer.