De la crudeza mucho se ha escrito en páginas inertes
sobre los muslos, los brazos, los corazones y las lágrimas de la inconsciencia.
De la crudeza mucho se escribe por pequeños mártires
que espían a través de los ojos de quienes no son.
De la crudeza mucho se dice desde las bocas podridas de las estatuas oxidadas,
de los pechos fríos que desean sentir un calor que los haga vivir.
De la crudeza se canta sobre pedestales para ganar unas monedas,
lucir un traje de carne, sangre y sudores que desaparecen al bajar el telón.
De la crudeza en las calles pregúntale a quien no tiene, no come,
no duerme, quien se muere cuando siente el calor del abrazo invernal.
De la crudeza ingenuo que la buscas con el gusto al dolor, no conoces,
porque ella te busca, se cuela, te espanta, te podría asesinar y no la verás.
De la crudeza no habla un cigarrillo apagado en una esquina cuando te rodea la niebla,
ni un vaso en cualquier bar, ni la madrugada en sus paredes de mármol por un callejón.
De la crudeza del hoy, de las carnes frías, los sepulcros a medio bajar,
la inocencia rasgada por cobardes que buscan cosas sin hallar, historias para no contar,
los ojos que no buscan porque ya no están, los pulmones sin aire por piedad!
las manos llenas de llagas que nunca van a sanar, las lágrimas sin cuenco de cristal,
La crudeza no habla de tus uñas pulcras, de la tierra que sueñas con llegar a tocar,
del clavo que no se enterró en la palma de tu pie y que tuviste que arrancar, y con algo de suerte, sanar.
Anda, deséala, escupe en tumbas y desquita tu desdén, aférrate a un poste,
muerde todos los labios que lleguen a ti, sé un despojo de humanidad,
mírate al espejo y dime si tú me puedes hablar de la crudeza desde tu altar.