¡Tristes cantares! Los de un pueblo,
Que marcha pidiendo al olvido,
Que lamenta llorar a sus muertos.
Cicatrices de incontables angustias,
Penas de incontables abusos, y la
Amargura de labrar la tierra, sabiendo
Que trabaja para la avaricia de pocos,
Y comen en la miseria de muchos.
La sangre de los pobres que corre por las
Calles, encharcadas con su llanto y el
Asco de los culpables.
La vida que se le escapa en cada gota
de sudor ardiente, y corre hacia las manos
de la muerte.
Una tierra donde las madres paren, y
Sueñan, no con ver a sus hijos triunfar,
Sino con verles vivir. Padres que ya no
Compran rosas, sino coronas de crisantemo.
Aquellos que alguna vez el grandioso Dalton
Llamó los guanacos hijos de la gran puta,
Los tristes más tristes del mundo,
los siempre sospechosos de todo… ¡los mejores
artesanos!, son los pobres infelices del ahora,
a quienes él sin duda llamaría, los siempre de luto.