Alberto Escobar

El Circo

 

 

Quedó hecho un despojo tras el zarpazo
que uno de los leones, al que bautizó con
el nombre de Harley, le propinó en la pierna
derecha, durante la ovación que recibió
tras finalizar su número estrella.

El domador tuvo que ser atendido de urgencia
y evacuado al hospital más próximo a la explanada
que albergaba la suerte de ciudad circense que les
acogía a él y a su comitiva.
Tras los ayes del público, y una vez restablecida la
calma, prosiguió el espectáculo según el orden
acordado antes del incidente, como si nada
hubiera ocurrido; la vida continúa...

El payaso Sebastiani tomó el relevo del domador
con la sonrisa pintada de siempre, a pesar de que
su mujer, lo cuento bajito por ser un chisme, le
anunció su deseo de divorciarse- había degustado,
por lo visto, mejores mieles, aunque a buen seguro
no tan alegres.

El día estaba discurriendo por el peor de los derroteros
imaginables hasta decir, sin temor a equivocarme ni un
ápice, que al promotor del espectáculo, el señor Green,
le estaban creciendo los enanos.

A pesar de todo, la función terminó con el acostumbrado
aplauso de un respetable entregado, aún más si cabe 
después del rosario de incidentes que se cernió sobre
la suerte de un meritorio plantel de artistas como era
este (también- se me olvidaba contar- el trapecista no
pudo cumplir con su actuación por contraer unas
repentinas paperas)

La recompensa fue justa por una vez...