Detrás de un cerro, otro cerro y después… hay otro más
parece que la tapera está muy lejos nomás.
Todos se miran iguales aunque existan diferencias
y la distancia incrementa ese tinte de apariencias.
El sendero de herraduras tiene siglos de pisadas
y yo pienso en el gauchaje caminando en madrugadas.
Envuelto en tarde con vientos, andando yo despacito
paso a paso acorto espacios entre mi ser y el ranchito.
Así en este mar de piedras, de espinillos y de talas
el viaje se está alargando, que acá no existen escalas.
Con una luna argentada o el sol quemándose en cobres
sombras o luces no cambian mis pasos lentos y pobres.
Cómplice del paisaje me distraigo en lo que veo
y yo no quiero cambiarlo pues cambiaría el deseo.
Y demora mi llegada al rancho que tanto quiero
no sé por qué las medidas de mi ansiedad van primero.
Pero ya voy a llegar, sólo contaba estas cosas
para acortar las distancias con mis nostalgias añosas.
De mi libro “Desde aquella Strelitzia”. 2014 ISBN 978-987-1977-32-1