LA MAGIA DE LA MÚSICA
(PROSA POÉTICA)
Domingo de diversidad a través de los sentidos cuando la música
en su máxima expresión es duende apetitoso. A ti, sol de música
purificada y lustrosa abres mi cielo a los ojos del corazón.
Renace una existencia de perfección en mi cuerpo, lleno de escalofríos,
paulatinos entre los acordes de mis vocales sincronizando cada color
que se abre al cielo consagrado.
Mi temperatura en la habitación ha encontrado una quietud que la siento
sensible al paladar el universo y noto el mar y el océano que flotan como
si yo fuera otro.
Fantástica y azucarada melodía de noche y de día, vivacidad eterna
sintiendo la música que me flota con una sensación de mis años
transcurridos. Me gusta enredar la música rizada entre mis dedos, la que
me hace esclavo en todos tus rincones.
Sol moderado que ama la vida, como yo te amo cuando te siento. Y
miro tu boca perfecta con tus dientes blancos, que me embriagan
durante toda la tarde hasta que viene la oscuridad de la noche. Porque
sin miedo me quedo contigo como caballero valeroso y eterno, con tu
perfume de intensidad.
La tranquilidad de sentir la belleza de la música me eleva a la bondad
maravillosa y sonreír intensamente a la brisa de la tarde. En mi jardín de
infancia en los atardeceres del otoño, cuando las hojas se oyen susurrar
deleitándose en los amaneceres. Ya que tú eres el talismán de la música
de piano, de guitarra, de trompeta, del clarinete. Notas multiplicadas.
Si la estética de la música forma parte de mi corazón, las notas suben
delicadas poderosísimas, durante la intimidad de mi ser; y mi poesía
vibra trajinando la nota Sí, aquí dentro de mi corazón.
No quiero más jardín, quiero la miel de la nota Sí. Para sentir la magia
de mi niñez, quiero la fertilidad de esta nota. Eternidad paradisíaca
donde sólo la musicalidad encuentra la luz, principio y fin de todos mis
sentidos.
Dominio de la apariencia y de la verdad, fructífera ventura que sube por
mi garganta. Rojo que fluye satisfactorio, nirvana de mi existencia para
entender la humanidad suprema, cuando la música imperecedera
asciende desde la tierra hasta sentir el céfiro de la extraordinaria voz de
la creación.
Si, do, re,
primordiales
privilegio del sol
entre la música
indubitable
de tus manos únicas.
Manuel a 3 de mayo del 2013
Autor: Rafael Molero Cruz
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