Te ha de parecer extraña, esta carta que escribo,
pero al final de la calle… tú mirada esquivo.
Sé que es imposible, olvidar aquellos ayeres,
como imposible es… vivir en tus amaneceres.
Porque tu estas tan lejana como aquella estrella,
que por tener más brillo, parece la más bella.
Es intrigante; verte, frágil y acorralada,
pero quien me quita el hechizo de tu mirada.
No puedo dejar de pensar tu hermosa belleza,
esa que te cubre… de los pies a la cabeza.
Te sigo como sol, del poniente hasta el oriente,
pero al tenerte en frente… me muestro indiferente.
Te he mandado rosas de aquel hermoso jardín,
¡son rojas! inspiradas, en tus labios de carmín.
No has de saber mi nombre… me dirás amigo,
pero tarde o temprano, tú estarás conmigo.
Son tantas horas, que se consumen en tu nombre,
yo se que piensas en mi, aunque estés con otro hombre.
Sé que en ti corren muchas corrïentes de ríos,
que se unen al mar, como tus labios a los míos.
Yo pido disculpa por este agravio huraño,
de no decir mí nombre y solo llamarme extraño,
pero es tanta la ausencia de nuestra lejanía.
que por más que estés tan cerca no te siento mía.
Con verso me despido, cual poetas de antaño,
y al leer esta carta… recordaras aquel extraño.