En la marmórea alma
del viejo campanario
tañen con calma
las viejas campanas
su antiguo rosario.
El pueblo de fiesta se viste
bajo la sombra
de legendaria cruz
y una fuente de agua bendita
la sed apaga
del hombre y pecado.
La tarde termina,
las almas en calma,
ya todo es doctrina;
reverdece la santa palma...
El ocaso se cierra
en la marmórea alma.
Jorge Aimar Francese Hardaick
Escritor y Poeta - Argentina
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