Vida, quita esta cruz, y desclava el dolor
de mis manos; después avanzas y regresas
y cual noble Longinos, me traspasas y besas
mi ancha pena, rompiendo mi rosa y mi fragor.
Vida, quita la llaga de mi amor y la llaga
de mis nervios; y cuyas miradas son cegueras
de execrables quirópteros por lunas agoreras,
donde a precio de vida mi gran dolor se paga.
Y regreso otra vez por mi violenta orilla,
a las aguas antiguas del Jordán, que se enluta
con la muerte del hombre. Desde ahí lloro y lavo
la absoluta bohemia de mi infame cuchilla...!
Vida, quita tus óleos y aparta la cicuta
de mi ayer. ¡Oh, mi vida!... ¡Cómo duele tu clavo!
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