Vienes amor,
al ritual de la agolpada sangre entre las sienes
al cedrón y el té hirviendo
sobre la acostumbrada mesa…
Ven que mi pecho ya atisba el ritmo de tus aguas
avanzar por las aceras,
trae entre tus manos el ardor de todos los amantes,
como Eleuterio ven a liberar mis tormentas y cadenas.
Llega puntual amor...
como una bandada de ángeles custodios;
intenso como una lluvia de fuego.
Traes un barullo de gorriones y de tórtolas
y en la arcada de tu frente nace una estela de acacias
y de malvas silvestres.
Te espera en la mansedumbre de la niebla,
la mujer de los castaños,
tu apatita suave de brillo intenso y sereno.
Ven amor a terminar el vino que dejamos a la mitad,
a compartir la mesa de Tellier…
llenemos el mágico copón con la mística del verso;
en el sagrario rincón de lo prohibido.
Arrástrame por la penumbra de tus vides
quiero sentir tu sangre de puntillas por mis venas
y esbozar en tu cuerpo
la elíptica resonancia de mis aguas.
Amo tu mano aferrándose a la mía
tu espalda entregada, anhelante de caricias.
Somos dos corazones levantados en galope,
dos puños bravos preparados
para su asalto más violento.
Y aquí estamos nuevamente
apagando las llamas, enterrando las brasas
en sus propias cenizas
para conservar la eterna memoria de la hoguera.
Alejandrina