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Hay un arroyo transparente
Que corre entre plantitas verdes
En el valle primoroso
De mi noble corazón.
Agua limpia, arisca y pura
Entre besos y caricias de cariño y de ternura,
Va mojando las cansadas y orgullosas ramas viejas
De los sauces, de mi alma, de mi espera y mi ilusión.
Corre el arroyo manso hacia el mar de lo infinito.
Tintinean los cristales del misterio que se va.
Alzan pañuelos blancos las gentiles margaritas,
Acaso, dicen adiós, o festejan su esplendor.
En las mejillas del tiempo algo corre y al pasar
Siento en mi piel un arroyo, y botecitos de candor.
En esa rivera, de rodillas, ayer me puse a lavar
Su imagen, su voz, su nombre y sus promesas de amor.
El arroyo se adueñó de mis manos temblorosas
Y me las dejó vacías, sin nada que recordar.
Entre las plantitas verdes, desde la rivera al mar,
Se ha perdido para siempre, todo lo que pude amar.