¡¡ERAN LAS CINCO DE LA TARDE!!
Eran las cinco de la tarde
cuando metrallas se oyeron
sangrando el corazón de
Federico el poeta del amor oscuro.
También fueron mis cinco de la tarde
un poco más un poco menos
donde clavaron en mi pecho puñales.
Sin darme cuenta en mi corazón sangrante
lágrimas del alma, lágrima de pena
como claveles puñales, como puñales claveles
sangraron mi camisa blanca con botones de flores.
Eran las cinco de la tarde
la hora de Federico el poeta
y también fue mi hora
de sangre y puñales.
Maldita sea la hora
que dejó de latir de pena
un corazón que ardía
con el fuego entre las venas.
Maldito el puñal de seda
que aprieta mi garganta
que me mata y atormenta
porque he de vivir sin el tormento
de lo que se agitaba en mis venas.
Serán las flores mi reducto
lapidario de verbenas,
ya no son los aromas
que me arropan en esta hora
aunque el puñal fuera de seda.-