Por Alberto JIMÉNEZ URE
Recuerdo cuando te conocí, Abraxas.
En tu lengua indudablemente «sacra»,
Me preguntaste cómo (filosóficamente)
Me definía ante mi familia y amistades.
Eras púber, también yo: pero tú múltiple.
Te vi y platiqué, curioso, contigo transmutado
En chicas y muchachos incisivos, sabios, puros:
Trajeados con manteos muy coloridos
Que tocaban instrumentos de otro mundo
Mientras me interrogaban (con persistencia)
Respecto a la «Realidad y Tiempo del Impenitente».
Así lo aseverabas, sin ambages y en tono sacerdotal.
-«Soy la verdad en la contradicción» -te confesé-.
-«Ninguna persona me consultó si quería nacer,
Luego no soy culpable de nada ni soy convicto»
Lo dije porque innumerables visiones
Y «pensamientos contrapuestos» sobre la existencia
Prorrumpían en mi cavidad craneana, atribulándome.
-«Cierto: tu existencia estará signada por reflexiones
Contradictorias sobre el Bien y Mal, pero, ya ungido,
Matarás con la telequinesia a favor de la Humanidad»
-Sentenciamos al unísono, y la música era el sonido
Que temprano supimos procedía de la Inteligencia.