Hugo Emilio Ocanto

*** ¡Vive! *** (Relato corto) - Autor: Kavanarudén - - Interpreta: Hugo Emilio Ocanto - - Grabado -

 

A paso lento se adentró en el bosque.

Se sentía fatigado. Aquel día le pareció todo diferente. El sol llegaba a su declino. Admiró los magníficos colores del atardecer.
La brisa suave acariciaba su cuerpo cansado, jugaba con sus pocos cabellos grises. El aroma de las flores silvestres le daban la bienvenida.
El variopinto matiz de verdes que le rodeaban, le pareció vivo y elocuente.
Los pájaros cantaban sus mejores canciones. Melodías eternas, suaves, amónicas que elevaban el alma y agudizaban la sensibilidad junto con el intelecto.

Todo parecía darle la bienvenida. Un ambiente que le pareció paradisíaco. Se quitó sus viejas sandalias para sentir la hierba fresca bajo sus pies agotados de tanto caminar por la vida.

Escuchó a la lejos el sonido del riachuelo. Sin pensarlo dos veces fue a su encuentro. Sus aguas cristalinas parecieron alegrarse al verlo. Se despojó de sus harapos de viandante y se sumergió. Se sintió libre nadando en aquellas quietas y refrescantes aguas. Susurró un “gracias. Cerró sus ojos y se dejó llevar por la corriente. El tiempo parecía detenerse, solo existía él y su entorno. Se dejó fluir sin oponer resistencia a lo que sentía.

Llegó a la orilla, en una playa desierta y se recostó boca arriba. Su mirada se perdía en aquel cielo infinito. Tímidas asomaban las estrellas. De todas ellas una le llamó la atención. Era diferente a las demás. Un brillo particular. A cierto punto vio que se le acercaba. Convirtiéndose en una fantástica criatura, como esa de los cuentos de hadas.

¡Qué bello! - dijo para sí - ¿Qué será? - se preguntó - .

¡Hola! - escuchó decir - .

Hola - respondió en forma mecánica - .

¿Quién o qué eres? - preguntó en forma espontánea - .

Mi nombre es Obid. Soy la estrella sempiterna del universo. Tengo una misión particular. Vengo a llevarte al lugar del reposo eterno. Ya has cumplido tu misión en este mundo. Es hora de partir Raúl - le dijo con voz calma -.

¿Partir? ¿A dónde?.¡Aún tengo cosas que hacer! - tuvo una ligera sospecha de qué cosa se trataba -.

Lo siento, pero no hay tiempo. Cuando llega el momento de partir, hay que hacerlo y basta. No hay replica que valga. Así es la vida. Solo hay que dejarte llevar - había algo en aquella voz que le producía una calma inmensa - .

Si tú lo dices pues así será - díjole con voz calma - .

Raúl, perdona mi curiosidad. Ya al final de tus días, ¿de qué cosas te arrepientes?

jo….buena pregunta Obid…. ¿de qué me arrepiento? - repitió mientras miraba al horizonte - Me arrepiento de las veces que actué por instinto, sin pensarlo. Que me dejé llevar por mi carácter y dije cosas que nunca debí decir, hiriendo así a las personas cercanas. De las veces que no pedí perdón o reparé (dejándome llevar por mi ego herido). De las veces que me encerré en mi mismo, mirando solo el vaso medio vacío, dejándome llevar por la tristeza, la melancolía. De las veces que justifiqué mis errores. De los días en que no me ocupé de mí mismo, de disfrutar con mis amigos, de las pequeñas cosas que me ofrecía la vida: una puesta de sol, una sonrisa, una copa de vino con los amigos, una luna llena; de decirle un “te quiero”, “te amo” “lo siento” a la persona amada, en fin, de no haber vivido a plenitud cada instante de mi existencia….

¡Bien! - dijo Obid mirándolo con sus hermosos ojos celestes -.

¿De qué te sientes orgulloso? - volvió a preguntar -.

De mis errores y caídas. ¡Sí! De ellos que me han ayudado a darme cuenta de mis límites. De que no soy perfecto. De que tengo la capacidad de cambiar, de mejorar. Que puedo seguir intentando, (una y mil veces), ser la mejor versión de mí mismo. Que esa versión solo tiene un camino que se llama amor. Amor en toda la extensión de la palabra. Esto me ha llevado a darme cuenta de que todos poseemos una parte de verdad y juntos podemos conseguirla. Me siento orgulloso de ser lo que soy, de lo que he logrado, aunque con lágrimas y sufrimientos. De haber estado presente en el momento justo; de la mano que posé en aquel hombro herido, desesperado, perdido. De la palabra justa en el momento justo. De mis días de desvelos al lado de aquella persona que me necesitaba, sentía miedo, quería simplemente ser escuchada, valorada, querida. De ese ser que la vida me puso en mi camino y fue parte fundamental de mí mismo. En fin de mi historia, de mi existir, con sus pros y contras….

Perdona si continúo a preguntarte Raúl. Si pudieras dar un consejo ¿qué aconsejarías?

Raúl guardó silencio por un instante. Respiró profundo y respondió:
¡Vive! No soy mucho de consejos, por eso mismo, lo único que le diría a alguien es: ¡Vive! ¡No temas vivir! La vida misma es una gran maestra. Haz silencio, reflexiona, contempla. No temas, ¡VIVE! con todas sus consecuencias.

Obid extendió su mano. Tomó la de Raúl y le dijo: eso mismo te digo: “Vive”. Ahora comienzas la vida plena. ¡Ven conmigo! ¡No temas! Todo tiene un principio y un fin. Todo no termina en este mundo. Tu cuerpo es solo una crisálida que ahora mismo deja libre la hermosa mariposa que llevas dentro. Extiende tus alas y vuela alto. Volemos alto hacia la plenitud….

Raúl sintió sueño, un profundo sueño. Sus párpados se cerraron. Se sintió ligero. Asió fuerte la mano de Obid y comenzó a elevarse. Mientras se elevaba veía su cuerpo recostado a la rivera. Se sintió pleno, libre. Una sensación indescriptible. Solo pudo producir un profundo: “GRACIAS”.

Esa misma noche los astrólogos contemplaron el nacimiento de una nueva estrella. Desde aquel día adorna el firmamento.

¡Vivamos cada momento que nos brinda la existencia!