Porque tus ojos son agua
que al temple del invierno se han vuelto de cristal.
Y danzas y danzan ellos,
volátil rumor del deseo,
razón del súbito beso: arrebato de curiosidad;
un suspiro y un recuerdo,
del fondo arrancados fueron
y entre las teclas de un piano se han ido a refugiar.
Danzas y danzan ellos, sorteando hilados de ropa, deslizándose, empapándome la piel.
Húmedos, tercos deseos que acompasados por notas,
sucumben gota por gota como la lluvia al caer.
Dispersos en la llovizna, densos en la tormenta, escasos en la sequía, mortales en tempestad.
Miradas, besos, deseo y notas:
frívolos encantos de locura que había tras una máscara de fragilidad.