Te vi un día y te grité, pero no oíste mi voz.
Me dormí un día y soñé pero no viste mi sueño,
y yo en el tuyo no estaba.
Tampoco aquel beso suave que un día calló mi grito,
cuando en ese amanecer llegamos al infinito,
permanece en el recuerdo de aquel hermoso momento.
Fue efímera aquella noche como una estrella fugaz,
que después de atravesar con su titilante luz,
desaparece en el cielo llevándose los luceros.
Así atravesaste tú aquel sueño que no viste,
y el beso que no me diste.