Hechizante cabellera dorada,
fulgurantes ojos de mi navío
sin tu calor no he de quitar mi frío,
frío que alega en mí a la madrugada.
Refleja mi mirada anonadada
en las orillas de tu rojo río,
río el cual yo nunca he visto sombrío;
es como si estuvieses encantada.
Disculpa si en tu vida yo me meta
al decir lo tanto que te quería
y pensar que yo de ti era el profeta.
Tú ya existías, y yo no nacía.
Yo no soñaba ser tu \"gran poeta\",
de ti quería ser la poesía.
Paulo Maillot