En una danza insomne,
las calles se adentran en el mar.
Un viento enfermo las empuja.
La luz se muestra camino de sombras,
amarga como raíz que agosta el suelo.
De la noche abisal nace el silencio,
con su paso largo y sus huesos como hojas secas.
Hay silencios que guardan la promesa
del vuelo de pájaros de imposibles colores.
Hay silencios que son humo de incienso,
exvotos en lararios de dioses pequeños.
Ahora el dolor se amotina
hasta arrancarme su grito,
hasta deshacerme en una átona tristeza
que ya me conoce.