En pos de la amistad, tan necesaria,
ansiada y milenaria,
zarpó mi corazón incierto día,
con viento esperanzado y mediodía,
creyéndola utopía,
ficción o narrativa literaria.
Diríase que esquiva y solitaria,
versátil y arbitraria,
fijó su vista en mí, -lo juraría-,
al ver que de sus manos me ofrecía,
escrita en poesía,
benéfica compaña legendaria.
Llevado por los vientos levantinos,
con brisa de interior y nula bruma,
versando va mi pluma
recónditos deseos submarinos:
rumores de dehesa y son marinos.
Mi airoso corazón de airosa espuma,
mi estima plena y suma,
ha mucho que os define por vecinos.
Deogracias González