No se despierta el río ni con el murmullo de la acequia,
y dormita su sueño ajeno a la lluvia inminente en sus nacientes
y al viento de la noche que ya muere en la calma del alba
que clarea con ese resplandor de salinas lejanas.
No hay infinitos en su ser y discurre aún dormido
hacia la quietud del lago gris que también duerme
el mismo sueño de la misma noche que agoniza.
Yo, despierto, intruso en su sueño de aguas claras
salgo de la noche inmerso en recuerdos sombríos.
Demasiado abismo se sentía entre pasado y presente,
aire vacío y sin luz, por eso ni sombra había en ellos
en el duro cáliz a beber o en las calcinadas cruces sin fin.
Espero entonces el despertar del río y la luz que llega
pues nada terrenal es infinito, nada eterno, y el sol ya despunta.
De mi libro “De letras nacidas entre poetas”. 2013 ISBN 978-987-1977-03-1