Las campanas de la Parroquia de Nuestra Señora del Refugio repican
repican más que nunca
aquella música es una sinfonía etérea
donde hasta el marchito violín reconstruye su cuerda para poder interpretarla
aquella música no solo se ha esculpido en la piedra
se ha grabado en el corazón de muchas almas
que han tejido historias por nuestros sectores
cual paso por esta bendita tierra...ha dejado más que una huella profunda.
Las campanas no cesan en su repique
y ese sonido lleva ímplicito, al espiritu del Padre Olvera
aquel Hombre que cabalga a través del tiempo
que nadie olvida,que se hizo eterno en la tradición de un barrio.
Las campanas en su repicar no dejan de hacer ecos
que retumban en cada latido del peregrino que camina por nuestra morada
donde la fe es energía invisible que materializa al Padre Olvera
como guia aunténtico e indiscutible de un horizonte sin nubes grisáceas.
Hay un viento que se conjuga con las notas de aquella sinfonía
un viento impostergable
que une sus extremidades a las notas del pentagrama inédito
y tiene como escenario a la Calle Luis Moya
para dejar de ser un naúfrago de un mar sin agua.
La música de las cámpanas del Refugio es un encuentro inevitable
con la figura legendaria del Padre Olvera
es un himno que moldea como el artista al barro...
imagenes de viacrucis, fiestas religiosas y tradiciones cristianas.
La música de esas cámpanas es pólvora que no se moja
que detona océanos de emociones,
que a la alcoba del recuerdo que se queda sin luz
le impregna suficiente dósis de luminosidad.
La música de esas campanas es eterna,
tan eterna, como la esencia del Padre Olvera.