El aire escuchaba con sensatez
esperando el ocaso,
la luna llegará con demorada,
impedida por la intrépida niebla,
agobiando el sumiso ambiente
como un conquistador
Ella escribió el lugar de encuentro en su diario,
el supo que era fingido,
sus ojos no brillaban
ningún indicio de alegría,
sus labios apretados para evitar
que escapara una sonrisa
Le asesta una cachetada,
ninguna caricia de las últimas hojas
sus tallos rotos
por una repentina ráfaga
Quería preguntarle
cuál palabra era inoportuna,
usada como un chivo expiatorio,
una solución de cobardía
sin resolver el acertijo
atormentando su mente
Una campana dobla la hora de vísperas,
el acepta la realidad,
el banco cubierto con una toga otoñal
perdonará la ausencia de ella
con el tiempo
No espera más,
vadea por un mar de hojas,
expulsados vestidos de árboles pertrificados,
sus esperanzas abatidas
las cuelga en las astas desnudas
a disgregarse
en la escarcha invernal
Envueltas en el remolino de neblina
sus crédulas lágrimas
se derraman
en anonimato
El cuadro pintado por propio pincel