El alba ya se apaga entre las nubes,
debajo de un gris plata aglomerado,
las grietas abundantes del abismo,
siembran agua por mis calles, por mi barrio.
La tormenta presiento que esta próxima,
con estruendo anuncia su llegada,
mientras luces violáceas zigzagueantes,
iluminan el cenit de de la mañana.
Nada pienso al mirar por la ventana,
entre lluvia libre y calidez cautivadora,
separado por la imagen melancólica,
de los días cuando el cielo llora.
Aturdido dulcemente por el ruido persistente,
de hojas que aun mojadas son llevadas por el viento,
de silbidos vanidosos, tenues y profundos,
allí solo yo descanso, bajo la tormenta duermo.