I
Tus versos amada patria, se vistieron de tributos de corona, sangre, guerra y dolor,
A causa de sirenas ahogadas en los oscuros mantos del conquistador de hierro.
Por ello, los indígenas sumisos y salvajes, corrieron entre las voces ausentes del ayer,
Voces de infinito dolor que no terminaban en versos de una paz negociada.
II
Mente labriega, un tanto confundida, porque los dioses parecían haber descendido,
Quizás del inframundo o de los cielos amarrillos, azules y rojos.
Esos colores que estaban fatigados por el ayer, el presente y el futuro,
Donde las voces tristes y cicatrizantes del dolor, parecían pedir paz y reconciliación.
III
Tierra gloriosa perdida en la nada, noche azul con el sol entre los ojos,
Noche que gozaba, antes de ver los asentamientos europeos sobre las aguas.
Ritos del conquistador y mares que mecían sus copas demoniacas,
Pues los seres ancestrales, serian victimas del litoral atlántico.
IV
Por los golpes amorosos del crepúsculo, sonaban cantos de chamanes,
Los cuales presentían ritos salvajes en la figura de Rodrigo de Bastidas.
La codicia y los imperios del mal, conjuraban las coronas enoquianas españolas.
Trayendo lutos de la cruz y la soberbia, símbolos o espejismos siniestros.
V
Miradas que estaban confundidas y enojadas, en contraste entre la nada y Europa,
Visiones de locura entre la parte y la totalidad del todo, furia de las aguas.
La tristeza de la tormenta y la lluvia de la ensoñación, creaban seres ancestrales,
Aquellas cuyos nombres son la piedra dorada de la paz y la reconciliación.
VI
Ansiedades que al cielo clamaban, perdón, amistad y dialogo,
Entre negativas asesinas de Gonzalo Jiménez de Quesada.
De ahí, que el rio silencioso y sereno soportara el yugo español,
Entre tanto, la Madre Tierra permitía a los ancestros morir en pie de guerra.
VII
Tiempo y espacio, alegres danzaban con las figuras del fuego,
Pensando en la rebeldía amarrilla, azul y roja, de aquellos que se creían dioses.
Relámpagos de paz oxidados y exigidos, por fray Domingo de las Casas,
A veces parecían honestos, otras veces nefastos e hipócritas.
VIII
Hablaban los ríos acerca de Sebastián de Belalcázar, Mercenario a sueldo decían,
Afirmaban que sus moradas fueron obtenidas mediante la sangre y el fuego.
Círculos tejidos que buscaban soberanía e identidad,
Sueños pasados, presentes y futuros de la Madre Tierra por alcanzar la Paz.
IX
Paz y reconciliación, eran ensueños de la bóveda azul y la masa cósmica.
Navegantes que fueron olvidados por injustas condenas.
Realidades ancestrales y chozas doradas que desearon el amor,
Por ello, tan solo déjame soñarte eterna Colombia, en Paz, perdón y reconciliación.
I
Amputaciones de manos y pies, placenta rojiza brotaba a flor de piel,
Miembros separados de sus cuerpos, ancestros amarrados a su propia sangre.
Yugo de conquistador tratando de sanar heridas con aceite hirviendo,
Porque los amarrillos eran traspasados por oscuras energías, y diabólicas pretensiones.
II
Esos pretensiosos pensamientos buscaban vencer y dominar el vigor ancestral,
Esa fuerza guerrera que fue sometida por epidemias, entre sueños de Cristóbal Colón.
Seres del inframundo que tejían cuerpos humanos, agua de ensoñación,
Y percepción simbólica de los ancestros caribes del ayer.
III
Símbolos de oro por voluntad propia o imposición,
Eran la violencia sexual hacia las mujeres ancestro.
Tributos obligatorios en amarrillo brillante y algodón,
Forzosos trabajos y expediciones militares que mataban los poemas de la noche.
IV
Hubo noches profundas de la gran montaña, entre hierbas amarillas, azules y rojas,
A causa del perdón ancestral olvidado en la memoria, sumergido por la inmigración.
Las libertades trepaban por los huesos, y los cadáveres eran enterrados en las minas,
Cuerpos de guerreros incansables luchaban por la paz y el perdón.
V
Voces ancestrales debieron escucharse para un Proceso de Paz en el ancho cielo,
Consejos oceánicos que habrían permitido mirar el frio fuego.
Nicolás de Ovando y Diego Colón, huestes de maldad que diezmaban a los ancestros,
Noche de luna llena tragada por los abismos, y el laberinto de las hojas.
VI
Torrentes abismales contra el precipicio, ojos ardientes eran el recuerdo de los difuntos,
Tierra Madre que ofrecía yuca amarga para el monte de los suicidios.
Infanticidios satánicos eran la espada del invasor,
Perturbadoras escenas de infantes enterrados en los ojos de medusa.
VII
Infantiles ilusiones eran mancilladas por Fernando el Católico,
Fauno siniestro que representaba la voz de la esclavitud negra.
Evangelio falsificado, y torbellinos que hinchaban los pulmones amarrillos.
Sacerdotes dominicos conjuraban las tragedias, e invocaban el éxtasis del agua.
VIII
Alonso de Montesinos, era la metamorfosis y el cristal de las denuncias,
Por los trabajos en las minas, que hacían danzar el sueño fugaz de la muerte.
Ancestral perdón ha viajado en el tiempo, clamando paz y reconciliación.
De lo contrario, condenas de la tierra, fiadores inciertos, amores errantes.
IX
La tradición española era la residencia en las indias,
Así se podría comer y beber de las morenas y amarrillas,
Esas pieles que tenían fuerzas y deseos ardientes,
Porque los cabildos a veces parecían estrellas sometidas por el sexo.
I
El mar violento dormía entre las venas doradas de la ira,
Por ello, la sed religiosa de los españoles bebía la sangre de los paganos.
Cristianos o no cristianos, invocaban cuervos demoniacos,
Pues en nombre de la religión traspasaban los laberintos de la muerte.
II
Iras ancestrales nacieron de la cultura Malambo y Momil,
Al desprenderse de los tiempos de piedra que arrullaban canciones fecundas.
Yuca y maíz fortaleza de los antiguos, ojos cósmicos para resistir,
Vencer y destruir las corazas de fuego que inundaban las verdes tierras.
III
Verdes colinas y praderas cósmicas se casaban con simbólicas sirenas,
Aquellas con vientres de arcilla negra que invocaban chamanes.
Voz amarrilla que se apagaba en los desiertos entre calores inciertos,
Seres antiguos que clamaban paz y reconciliación.
IV
Pechos de mujeres al cielo, parecían errantes astros que amamantaban los seres,
Flautas entre las manos y taitas de la noche.
Luna llena, aproximaciones galopantes de armaduras brillantes,
Formas luminosas que hicieron contraste entre la avaricia y los amos silvestres.
V
Viva flor de los silencios fueron las frustraciones melancólicas del ayer,
Faunas pisoteadas por los invasores, dieron muerte al culto de los jaguares.
Pesca y agricultura, serían los tragos amargos de las mariposas sedientas,
Pues el culto a la Madre tierra había cambiado por la idolatría de la guerra.
VI
Las guerras fueron impuestas desde Cartagena hasta Urabá,
Para comprar las velas cansadas que apagaban con violencia el oscuro amanecer.
Ojos quimbayas vestidos de luto, en las noches luminosas dormían en las chozas,
Acompañados de flechas envenenadas que pedían proteger la identidad.
VII
Flechas de veneno testimonio daban de los mares, rugidos de la historia,
Ausencia de razones entre las telarañas del canibalismo.
Taironas y muiscas eran llamados los tambores del frio,
Porque mamaban de los pechos de la vida.
VIII
Los Taironas resistían a los españoles alentados por el oscuro sol,
Aquel que conduce al laberinto de las noches estrelladas.
Recolectores y cazadores que luchaban en contra de los cuervos de Satán,
Porque no eran siervos de mal, la avaricia fatal y destino final.
IX
Los españoles danzaban, otras veces hablaban con sus lenguas de piedra,
Mientras miraban con los ojos anclados en el oro.
Cantando con los acordes de verano,
Negando paz y reconciliación exigidas por la masa cósmica ancestral.