Cada letra que tiembla sudando,
con recónditas varas de tinta,
cada trazo inseguro y errado,
de una mano nerviosa y perdida.
Cada puño señal desvirtuada,
de cansancio y labor agobiante,
cada arruga, esperanza paciente,
de la carta que nunca se envía.
Allí espera sentado en su silla,
el valor de pensar que su vida,
no fueron solo años de despojo,
no fueron solo días de sequía.
Vuela el mundo en sus ojos cansados,
su mirada desprende agonía,
sus serenos suspiros aislados,
dignos son de la cruel empatía.
Se que pueden tus manos curtidas,
empuñar el poder de la pluma,
se que quieres decir entre letras,
frases nobles de un pasado que abruma.
Como duele el saber que tu senda,
fué una ruta de fuertes desdichas,
que raíces amargas, pueriles,
consumieron macabras tu risa.
Como duele el saber que tu esfuerzo,
fue quimera total del sistema,
que anhelos fervientes desechos,
son los restos de un triste poema.
¿Qué se puede esperar de los sueños,
en un mundo que solo se duerme?
¿Qué ilusión alimenta el suspiro,
cuando el hambre domina impaciente?
Abuelo, lamento tantas cosas ahora mismo,
lamento, consternado, impotente,
lamento la certeza irremediable,
de sucesos imprevisibles y silentes.
Vivirás enterneciendo mi memoria,
con recuerdos tardes, noches y mañanas,
porque se y estoy seguro que tu vida
es un bello poema sin palabras.