No termino de entender
esa manera mía de extrañarme
tan intensa, desconcertante,
que nunca fui tan yo
como cuando
mis manos se quemaban
a la velocidad de mis versos,
los de entonces.
.
Tengo dos tristezas,
tal vez más
esperándome en la cama.
.
No recuerdo a la que fui,
la de ayer ni la de antes,
mucho menos,
la de siempre.
.
Hay gritos dibujados en el espejo,
niebla encapsulada
en cajas grises,
gotas cayendo del grifo,
sincronizan con mi latido.
.
¡Por todos los dioses!
¿Dónde está el silencio?
.
Que enloquezco
de tanta cordura,
que me abrazo
y en el intento de romper
mis huesos
altero la dirección de mi sangre
y no mutilo los apéndices rumiantes
que llevan información
a la monotonía de mi pensar.
.
Me sobran hojas en blanco,
me faltan las aceras,
los jardines y las flores.
.
Mientras peino mis cabellos,
la mirada fija
en una grieta del techo.
.
La inmensa negrura de mis ojos
inventa un color
cada primavera,
estúpida estación sin pájaros,
homicida de mi alegría,
de mis ganas de ser cometa,
del aire de mis batallas.
.
Alguna vez
me pensé guerrera,
olvidé que estoy moldeada
con barro de mortalidad.
.
Que llueva...
.
•Rosario Vercelli Scharff•