Yo agradezco esa piedad de los supermercados
sus ofertas solidarias
para con bebedores da quattro soldi.
El día de hoy
se parece a los ángeles
como cuando violan la eternidad.
El cielo tiene una sonrisa pecaminosa
que provoca escozores a mis tristezas,
tengo tristezas acumuladas
y no recuerdo algunas de donde salieron;
estoy perdiendo la cordura cuando digo adiós.
El sol lombardo, de momento, es amable conmigo
y también con las hojas de periódico,
y con los ancianos que duermen bajo un techo violeta
ellos descansan sus ojos dulces en décadas borrosas
-admito-
siento, por momentos, envidia de esa traviesa amnesia.
A veces despierto, como hoy,
esperando una llamada
como quien espera pasar una estrella fugaz,
y hay llamadas
serenas,
alborotadas,
publicitarias
pero no esa llamada
que retuerce a mis oídos en espera.
Recuerdo entonces a las colegialas
sus sonrisas de ninfa
y acento aprendiz cada vez que pronunciaban la palabra Amor.
Ellas sabían de Romeo y Julieta
y desconocían los dolores de Flora Tristán,
pensaban
que el amor era entrar en un jardín.
Me pregunto si ellas conocían los otoños.
Por eso me gustan las copas de los bebedores
donde ahí adentro
el amor es un fantasma embriagado.