Camino absorto rasgando las tinieblas,
la niebla cierra detrás de mis pisadas
y apenas puedo guiarme con las manos
dejando rastros de piel entre las piedras.
Me pesa el alma, la pena, los recuerdos
me oprime el pecho un mortal remordimiento,
siento los pies devorados por la hiedra
siento los ojos quemados por el llanto.
Y la ventisca me azota y me lacera
y los aullidos de Eolo me acobardan,
busco la luz en las fauces de la noche
y solo siento el zarpazo de sus garras.
Pero sigo avanzando cuerpo a cuerpo
aun dejando el pellejo entre las zarzas,
arrancando a mordiscos las ortigas,
apartando las piedras a patadas
y no miro el abismo que me cerca
ni el alud que amenaza sepultarme.
Peregrino de ti, sueño despierto
el maná de tus pechos encendidos
el bautismo de amor entre tus aguas
el perdón de tus labios en los míos.