Sentía como el vacío recorría de a poco mi cuerpo y acariciaba mi sien con una ironía hiriente -que me hablaba a lo bajo, bien despacio, pero claramente- no se si todo ocurría dentro de mi cabeza o estaba tras mis pasos, pero me sentia inquieta mientras me recordaba que las cosas pueden doler lo suficiente como para querer ignorar la realidad. No tenía muy claro hacia donde me dirigía, pero ésta voz me insistía en que no voltease a ver el camino que habían ido dejando mis pasos, porque nadie me seguía, nadie lo habia intentado. No recuerdo cuanto tiempo anduve mirando mis pies, pero me detuve cuando ya no quedaba más camino que un barranco finito en dirección al suave mar. Di un paso con la intensión de abalanzarme y dejarme caer, porque ya no podía seguir desgastandome en el tiempo, no podía. No quise entender porque ahora la soledad era quien me estaba haciendo compañía,
me daba lo mismo comprender porque me engañaba con caricias,
con sus sucias caricias
que endulzaban el miedo,
mí miedo.
Ahora yo solo me entrego,
me entrego,
porque es la única forma de renacer.